¿De qué estamos hablando?
#AlpiedelaCruz – 3: Un Señor que sirve
Jesús es nuestro Señor. ¿Qué tan profundo es este calificativo al referirnos a Jesús?
Cuando Jesús ascendió al cielo, los primeros discípulos promulgaban por todo el imperio romano que Jesús era el Cristo, pero también era el Señor. Juan Carlos Ortíz, escritor y pastor argentino en su libro “El Discípulo” nos explica lo que significaba este término en los tiempos de Jesús:
“En la actualidad, la palabra Señor no tiene para nosotros el mismo significado que tuvo en los tiempos en que Jesús vivió sobre la faz de la tierra. Entonces esta palabra se usaba para referirse a la autoridad máxima, al primero, al que estaba por encima de los demás, al dueño de toda la creación. Los esclavos se dirigían a sus amos utilizando la palabra griega kurios (“señor”) escrita en minúscula.
Pero si esta palabra estaba escrita en mayúscula, entonces se refería a una sola persona en todo el Imperio Romano. El César era el Señor. Más aún, toda vez que algún funcionario de estado o tal vez algún soldado se cruzaban por la calle tenían que saludarse diciendo: “¡César es el Señor!” Y la respuesta habitual era: “¡Sí, César es el Señor!” Es así que los cristianos en aquel entonces se veían confrontados con un problema bastante difícil. Toda vez que alguien los saludaba con las consabidas palabras -¡César es el Señor! – invariablemente su respuesta era – : No, ¡Jesucristo es el Señor! -. Esto les creó dificultades, no porque César tuviera celos de ese nombre, sino que era algo que tenía raíces más profundas.
César no tenía la menor duda respecto de lo que ello significaba para los primero cristianos; estaban comprometidos con otra autoridad. En sus vidas Jesucristo pesaba más que el mismo César. Su actitud decía bien a las claras: “César, tú puedes contar con nosotros para ciertas cosas, pero cuando nos veamos forzados a escoger, nos quedaremos con Jesús, por cuanto le hemos entregado nuestras vidas. Él es el primero. Es el Señor, la autoridad máxima para nosotros”. No es de extrañarse entonces que el César hiciera perseguir a los cristianos.”
Ya sea, refiriéndose a Jesús como el “señor” por obedecerle como los esclavos de la época hacían a sus dueños, o “Señor” al reconocerlo como el Único todopoderoso de este universo, los discípulos vieron en Jesús su máxima autoridad. Jesús tenía todo el derecho de dar una orden y ellos obedecer. Jesús tenía el derecho a ser servido. Es Dios. Sin embargo Su ejemplo se basó en ir más allá de lo que la gente asumía que Él haría. Jesús fue y sirvió.
En los preparativos para la última cena con sus amigos, Jesús decide hacer uno de las tareas más desagradables de sus tiempos: Lavar los pies de sus apóstoles, tarea asignada generalmente a un esclavo y considerada desagradable si pensamos que en ese tiempo ni el calzado, ni los caminos de tránsito de personas eran los que nuestros ojos conocen.
Jesús finaliza esta tarea y se dirige a sus apóstoles y dice: “Hagan lo mismo”. Jesús sabiendo que era el hijo de Dios, enviado a una misión, decide quitar todo argumento o título bajo su nombre y en un ejemplo de humildad sirve a sus amigos. Su liderazgo no se basaba en una posición al estilo piramidal, sino en un liderazgo basado en el servicio, donde Su vida serviría como plataforma a los demás. Jesús nos pide hacer lo mismo. Ser plataformas para bendición de otros.
Y al pie de la cruz, vemos que fue fiel a tal modo de vivir. Muriendo por nosotros porque ese fue el acto mayor de servicio, darnos una eternidad y esperanza a la cual no teníamos acceso, dándonos un reino del cual no tenemos méritos para formar parte, Jesús el Señor, un Señor que también sirve.
Hagamos lo mismo. Nada hace nuestra vida valiosa como reflejar a Jesús en todo lo que hacemos, pensamos y vivimos.
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